LA PERSISTENCIA DE LO RELIGIOSO EN LATINOAMERICA: Identidad y Patrimonio Inmaterial

La persistencia de lo religioso en Latinoamérica:

Identidad y Patrimonio Inmaterial.

Introducción

     En medio de un panorama político religioso de gran complejidad y que constituía la mayor preocupación de Europa desde el siglo XII, se produce el suceso histórico más importante de la humanidad, el descubrimiento del nuevo mundo. Para esa época el imperio mongol había comenzado a llegar más allá de Asia acercándose a Hungría y Polonia. Al mismo tiempo aparecía una revivificación del Islam en el norte de África y cerca de Oriente, con su triunfo sobre el cristianismo en la llamada Tierra Santa y el fracaso de las Cruzadas, gran empeño de Europa que no consiguió los frutos esperados.

     Antecedentes históricos

   "El descubrimiento de América fue para sus protagonistas el descubrimiento del paraíso. Paraíso terrenal para los conquistadores que ante sus ojos desplegaba sus inmensas tierras y riquezas, paraíso espiritual para los religiosos que veían en ella una nueva oportunidad para la construcción de la primitiva iglesia cristiana, lejos de las encorsetadas jerarquías eclesiásticas y definiciones dogmáticas, y lejos también de la vieja iglesia europea cuyos cimientos se removían en estos  momentos. Esta empresa misional recayó en la Corona Española gracias a los privilegios que le otorgó la Bula Universalis Ecclesiae dada por Julio II en 1508, por la que se les conceden a los monarcas hispanos el Patronato de la Iglesia en América. Estos a su vez, confiaron a las órdenes religiosas la conquista espiritual del territorio, legitimando su actuación mediante dos bulas papales: la Alias Felicis dada por León X el 25 de abril de 1521 y la Exponis Nobis Nuper Fecisti (Omnímoda) de Adriano VI otorgada el 10 de mayo de 1522. Ambas proporcionaban a las órdenes mendicantes, autoridad apostólica allí donde faltaran obispos o se hallaren éstos a más de dos jornadas de distancia, salvo aquellos ministerios que exigían consagración episcopal". (Espinosa: 2005, 249).

     En la bula emitida por el papa se concedía la perpetuidad a los Reyes Católicos, con lo cual la organización de la iglesia en las tierras descubiertas era de total y absoluta responsabilidad de la Corona y sus emisarios. Una vez en América, en las costas Caribeñas, el proyecto no tuvo la efectividad esperada y es así como para el resto del continente se aplican otras estrategias. En el Virreinato de la Nueva España, se da inicio a un proceso de evangelización y conversión, como prioritario. Con el ideal de la pobreza, oración y vida en comunidad se adoctrinaron las nuevas tierras, intentando borrar las costumbres y creencias ancestrales de los pueblos descubiertos.  Este proceso sistemático requirió de un gran aparato creado entre sacerdotes y órdenes mendicantes, éstas últimas se sostenían por las limosnas y donaciones de benefactores.

     Los conquistadores introdujeron el Derecho Romano con su legislación y administración de justicia, que además fue aplicado por el sistema colonial de burócratas, que formaban las instituciones de los españoles y portugueses, para regir a la población originaria. Con lo que la Iglesia se constituyó en un elemento fundamental en la imposición del idioma, cultura y religión. Teniendo en cuenta que luego de la Corona, esta institución pasó a ser el agente económico de mayor influencia en tierras americanas. De igual manera eran los responsables de crear hospitales, escuelas e instituciones de caridad. Posteriormente fueron los mismos misioneros que iban llegando, los primeros en darse cuenta de la explotación a la que eran sometidos los indígenas por parte de los encomenderos y comenzaron a denunciarlos, siendo el más reconocido fray Bartolomé de las Casas, quien había sido encomendero antes de ser fraile. El mismo viajó a España coincidiendo con la muerte de Fernando el católico, con el propósito de denunciar lo que ocurría en tierras americanas, consiguiendo que el emperador Carlos V publique las Leyes Nuevas en 1542, que abolían la esclavitud indígena y suprimían los derechos heredables de los encomenderos. Es así como el descubrimiento de América ofreció a los frailes castellanos la mayor oportunidad de la historia para la evangelización cristiana. La llamada cristianización no estaba permitida sin la hispanización.

     Posteriormente a partir del concilio de Trento, los religiosos y sacerdotes abandonaron la postura indigenista y se centraron en la enseñanza de la religión católica, sus dogmas y las obras de caridad. El descubrimiento de América, al contrario de lo que sucedía en las otras conquistas llevadas a cabo por los europeos, pone a prueba y cuestiona su propia actitud frente a los colonizados, surgiendo las interrogantes desde el punto de vista de la justicia, razones humanas y divinas, para su empresa. Momento desde el cual, sin dejar de ser lo que fue: un acto de fuerza, la colonización se justifica en el tema de la evangelización, para lo que por supuesto había que establecer como algo incuestionable el hecho de que los indígenas americanos eran primarios, desvalidos y que la Corona los había “salvado de todo”.

     Ya para el siglo XIX los colonizadores de alguna manera, dejaron atrás la justificación religiosa, habiendo saqueado grandes tesoros de orden histórico cultural, se centran en la necesidad de proveerse de materias primas con mayor intensidad, que sumada a otros aspectos –de carácter muy amplio y que no es motivo de esta investigación- producen los cismas que dieron lugar a la independencia y a un nuevo modelo de intercambio que llega hasta el siglo XX y nuestros días.

     Los instrumentos de la Evangelización: Signos y símbolos cristianos

    Considerados como modelos de santidad y comportamientos “civilizados” las imágenes y costumbres cristianas, eran los principales medios para la evangelización. Teniendo en cuenta además que, los indígenas por su cultura estaban familiarizados con las imágenes antes que con la palabra escrita. Pues su cultura utilizaba los íconos como medios de comunicación con sus divinidades, lo que facilitó la explicación de las realidades abstractas como los dogmas.

     Según el investigador e historiador de Arte, John Baldock: “Un signo indica por lo general, una cosa que, por otra parte, es conocida o finita. Su función es la de comunicar información; y, por consiguiente, un signo efectivo debe reconocerse instantáneamente, con la menor ambigüedad posible de significado”. “El símbolo es una representación gráfica cuyo contenido puede ser sentimientos, valores e ideales. En cambio la imagen es la figura, representación, semejanza y apariencia de algo”.

     Un símbolo verdadero se distingue de un signo porque lo que expresa es en última instancia intangible. En sí mismo, el símbolo puede ser un objeto o un concepto tangible, que se reconoce instantáneamente, pero con frecuencia no existe ninguna relación obvia o visible entre el símbolo y lo que expresa. Si nos empeñamos en hacer del misterio que simboliza una realidad tangible, convertiremos los símbolos en signos para siempre. Para que un símbolo siga siendo un símbolo, debemos aceptar que lo que expresa sea a la vez un misterio; un misterio que solo se puede comenzar a experimentar a medida que superamos la aparente distancia que nos separa del símbolo. En otras palabras cuando trascendemos la apariencia exterior, tangible, del símbolo nos encontramos con la realidad trascendente que se expresa a través del mismo. Esto es lo que confiere a los seres humanos una posición única con relación a otras formas de vida conocidas: el potencial para percibir una realidad trascendente que se revela a través de la realidad material de este mundo.  Es decir que, este carácter intangible del símbolo, no niega que podamos remitirnos a las cosas materiales o tangibles de forma literal. Lo contrario, es decir mirar la connotación simbólica prescindiendo de lo tangible o literal, eso no es posible.

     En el caso de la evangelización de América, el arte se hacía por y para la religión, considerado además como un don divino, se desarrollaba ampliamente en esos ámbitos; sin que por esto tenga un reconocimiento económico acorde. La reinterpretación de los cultos ancestrales de los nativos americanos relacionados con la naturaleza, facilitó el proceso de cristianización. Y es así como se utilizó a las divinidades y lugares sagrados de los indígenas para transformarlos al cristianismo. Viracocha con Jesús y Pacha Mama con la virgen María, apachitas con los santos, son claros ejemplos de esta reinterpretación conveniente. El Manierismo y el Barroco, fueron las tendencias que se enfatizaron por su contenido emocional y espectacular de las formas a través del color y el exceso, sin querer imitar a la naturaleza, como una alegoría que relieva el mensaje teológico basado precisamente en la contrarreforma, asentado en un criterio de veracidad que disolvió la idea de unión entre la realidad y la representación. Tarea fundamental con las etnias colonizadas, cuyo sentido evangelizador-dominador era el eje fundamental del accionar español. Se desarrollaron importantes escuelas-taller de arte religioso, así tenemos: Quiteña, Cuzqueña, de Popayán y Potosí. Con maestros europeos y aprendices “propios” que se educaron para continuar con el proceso de enseñanza, por generaciones.

     Sincretismo, mestizaje e identidad hasta hoy

     Esta gran empresa evangelizadora con todo su aparato estratégico, con aciertos y fracasos dio origen a un nuevo método de introducción del cristianismo en los pueblos originarios, con la utilización de su propio idioma y conocimiento de las culturas,  aspecto que se emuló en todo el continente, pero más que nada produjo un modelado de los “naturales”, que devino en un mestizaje, con un sincretismo cultural y religioso. Sincretismo que involucra  muchos elementos en su conformación entre los cuales, los culturales resultan determinantes.

     La cultura que de acuerdo con la antropología, es el conjunto de conocimientos, creencias, artes, leyes, ideas, oficios, formas de vida y todo cuanto el hombre ha heredado de sus antepasados, con elementos materiales e inmateriales que determinan su modo de vida o de una comunidad. Incluye por supuesto técnicas, lenguaje, hábitos, pautas y sistemas sociales, económicos, políticos y religiosos. Pero, la cultura tiene un carácter simbólico, que se ve reflejado justamente en la conducta humana, que le diferencia de la conducta animal, por los procesos de razonamiento e innovaciones, que tiene la primera. La segunda, es al contrario, imitación y repetición.

     Es mediante los símbolos culturales que las creencias e ideas se hacen tangibles y se expresan de manera concreta, resultando fácil su trasmisión. Con ellos se integran acciones y emociones. Simbolizar es la esencia del pensamiento humano y de esta manera se trasmite de generación en generación, dando lugar a lo que conocemos como Patrimonio Inmaterial, aspecto que abordaremos más adelante.

      Algunas teorías culturales posmodernas sobre Latinoamérica, se han sustentado en que el mestizaje iniciado en 1492 no se ha detenido. Surgido entre culturas, europeas, indígenas y africanas que hoy con los movimientos migratorios y de los nuevos medios de comunicación,  facilitan mucho más este proceso con otros lugares del mundo. Con lo que la discusión sobre Latinoamérica se presenta mucho más compleja.   El discurso del mestizaje como lo vemos en los actuales momentos, surgió en la primera mitad del siglo XX, con los cambios de paradigmas respecto de la observación de Latinoamérica e invirtió la connotación negativa del “ser mezclado”.  

    "Cuando se descubrió que el “proyecto del modernismo” occidental se acercaba a su final y se buscaban otras alternativas mentales, en el curso de ese proceso de descolonización, se integró, por primera vez a grupos no-europeos en la construcción mental de una identidad nacional y hasta continental. El mestizaje se describe en este caso como el resultado productivo del encuentro de diferentes “razas”, como esencia de la realidad americana, como expresión única de una síntesis que encuentra su punto culminante en el cristianismo, el idioma castellano y la mirada hacia Europa. Mientras la influencia europea se resaltaba de manera eufórica, el discurso oficial al mismo tiempo descartaba todo lo indígena" (Klor de Alva, 1995).

      El movimiento intelectual del mestizaje quiso no solamente repudiar la connotación negativa del mestizo, sino sus bases originales, el pasado indígena. Solo en algunos casos se utilizaron hechos heroicos indígenas para la construcción de la identidad respectiva y se construyeron consciente como tales. El término mestizaje se parece hoy en día a un camaleón, que dependiendo de las necesidades, cambia su apariencia: unas veces orientándose hacia occidente (tanto en presencia de europeos como en las charlas políticas), y otras veces hacia lo indígena (en las regiones rurales de las naciones).

    "El concepto mestizaje implica –a pesar de su punto alusivo a la pluralidad – una homogenización cultural subliminal que, aunque disfrazada como crítica al colonialismo, se favorece más o menos explícitamente […] el mensaje de la nación mestiza implica una aceptación de su pasado, su particularidad étnica en el presente". (Schimdt, 2002).  

      La cultura es por lo tanto el factor que determina la cohesión social y la identificación de un pueblo, estableciendo relaciones entre las personas que comparten los variados aspectos de su vida. Espacio en el que se forman los patrones culturales, que identifican a una sociedad. Identidad que surge como resultado de un proceso cultural histórico.

     "La identidad expresa la cualidad de una cosa para estar en relación con ella misma, aquello que le permite ser como es. Voltaire hablaba de ella como de la “mismidad”. ¿Quién soy? y ¿a quién pertenezco? son según Marcuse, las preguntas clave que resumen la búsqueda angustiosa del hombre y de su razón de ser. Y aunque la preservación de una identidad no debe resultar –como piensan algunos- de enfrentarla con otras identidades, si está claro que necesitamos a los otros para reconocernos a nosotros mismos a través del establecimiento de diferencias" (Fuentes, 2000). 

     "Esta necesidad de afirmar agresivamente la identidad ha llevado a algunos a oponer cultura y globalización y a defender la tesis de que el propio concepto de “cultura global” es un contrasentido en la medida que es imposible pensar en una memoria universal de experiencias compartidas, ya que no existe una reserva global de recuerdos ni un modo global de pensar, ni mucho menos una historia universal en la que podamos encontrarnos todos". (Samper, 2004:237).

     Hoy con la influencia de los medios se perfilan otros sincretismos. Corrientes que por la tecnología llegan con rapidez combinándose con movimientos religiosos novedosos de ahí algunos como Nueva Era o New Age que se difunde por el mundo a gran velocidad. Estos son temas que no los atenderemos en este texto, pues merecen otro tipo de estudio ampliado.  Pero reconociendo que en Latinoamérica el tema religioso persiste integrado en un componente simbólico ante una política de revalidación cultural, con la reaparición de actos de fe que sustentados en el arte, en el patrimonio inmaterial y en la reflexión sobre el mestizaje logran solidificar y madurar a la propia teoría del mestizaje cultural, que también es motivo de un acercamiento más acorde, dada su amplitud.

     De acuerdo con lo expuesto se puede concluir que, la Cultura no es un proceso terminado, como manifestación grupal que responde a las necesidades, intereses y valores de una sociedad puede ser modificado en el tiempo, si estos elementos cambian. Pero si es determinante en la historia, en cuanto a que los individuos se identifiquen y permanezcan cercanos.  

     El patrimonio religioso

     Recordemos que en Europa la arquitectura hasta el siglo IV, con el cristianismo que era perseguido por el imperio Romano, no inspiró un arte monumental y luego, con las invasiones germánicas se truncó el incipiente arte arquitectónico religioso, quedando paralizada por varios siglos toda expresión artística de importancia. Los bizantinos fueron en realidad los primeros constructores de los grandes templos cristianos. La planta de las iglesias bizantinas, tiene en general la forma de una cruz griega, con sus cuatro brazos iguales; las columnas coronadas por arcos de medio punto, fueron un elemento de resistencia a la decoración. El resto del interior de las iglesias, tenía una riqueza fastuosa. Era el tiempo de la religión triunfal, aspecto que se resaltaba en sus construcciones e imágenes. Al igual que en muchos de los aspectos de la cultura, la iglesia tenía labor capital en cuanto a la educación.

     Ya para la época medieval los educandos tenían que formarse en la religión de forma obligada al igual que  literatura, música, lógica, geometría y astronomía. Para los siglos XII  y XIII se crean las universidades y Europa se convierte en el centro del mundo, religioso, cultural y geográfico.  Es con estas formas que la evangelización llega a América, se construyen los grandes templos y comienzan a configurarse los grandes símbolos religiosos, que posteriormente tendrán mejor sustento en la Iconografía de las distintas imágenes de santos y advocaciones marianas de las cuales se podría decir que parte importante del pueblo latinoamericano, se aferra y de algunas formas, hasta estos días.

     En este contexto, es imprescindible hablar de lugar y región, pues el Patrimonio Religioso para terminar de configurarse requiere de una valoración local y de una interpretación que lo favorezca y no precisamente lo contrario. El lugar, relacionado íntimamente con el espíritu del tiempo, pasa de ser sitio geográfico a tener una existencia real, de allí la construcción de los grandes santuarios. Marina Waisman manifiesta en sus estudios: “como una relación que mantiene con su propia lógica, aunando factores donde el sujeto creador que actúa de acuerdo con horizontes de existencia que lo definen, sitúan y dirigen su acción”.

     El Patrimonio Inmaterial

     La Convención del Patrimonio Inmaterial aprobada en la 32ª Conferencia General de la UNESCO, celebrada en 2003, reconoce la necesidad de poner en valor la relevancia de las manifestaciones culturales que hasta entonces no tenían un marco jurídico ni programático que las protegiera. Conjuntamente con otros instrumentos que velan por el patrimonio como la Convención del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de 1972.  “En la Convención de 2003, manifiesta que tiene por objeto principal salvaguardar los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas que las comunidades, los grupos y, en algunos casos, los individuos reconocen como parte integrante de su patrimonio cultural”.

      En Latinoamérica se visibiliza claramente en las  tradiciones orales, usos sociales, del espectáculo, rituales, festivos y prácticas relativas a la naturaleza, cosmovisiones, universo y saberes ancestrales y todos los objetos relacionados con estos, y por supuesto, en lo relacionado con las tradiciones religiosas.

     La religiosidad latinoamericana relacionada con el patrimonio, se niega a desaparecer. El principal elemento cultural colonial que se manifiesta constante y que ya lo mencionamos en párrafos anteriores es el religioso-cristiano. Según lo expresa J. Baldock, “la realidad literal o material es una precondición necesaria, sin la cual no puede haber expresión simbólica. La forma material también es el símbolo potencial. Es como la ventana de una habitación, que nos proporciona una vista”. De acuerdo con el ejemplo, la religión cristiana podría ser este cristal que permite mirar el resto de la vida ahí afuera, durante varios siglos en Latinoamérica.  El tema de la religión en Europa, es totalmente contrario al de Latinoamérica. Allí la religión se quedó guardada, perdida o casi desaparecida en la mayoría de las nuevas generaciones. Según varios estudios este aspecto no tiene clara incidencia ni en la conducta de las personas, ni de los gobernantes, pero en América Latina el asunto es diferente. Los propios presidentes de algunos países se muestran completamente cercanos a las figuras religiosas, ahí tenemos a Dilma Ruseff, católica declarada que mantiene en su despacho la imagen de la Virgen de Aparecida. Rafael Correa, que manifiesta públicamente su cercanía con la iglesia católica, reconociéndose como católico practicante. En América Latina este “inconsciente –o muy consciente- colectivo”, aún mantiene a la religión como un factor político de gran importancia, extendido muy convenientemente desde la derecha hasta la izquierda. El fenómeno del papa Francisco, con su estilo “contemporáneo” comienza a incidir en su región. Teniendo en cuenta eso sí, que en el protestantismo en Latinoamérica crece cada día con una disciplina conservadora estricta en cuanto al tema político y voto.

     En el caso del arte cristiano de tiempos pasados daba mayor atención a la misión evangelizadora y sacralizada del objeto artístico, hoy mayoritariamente es el artista el que tiene la importancia y las obras son “colocadas” en museos, sin el contenido religioso. El hecho de ubicarlas en otros espacios, fuera de contexto incomoda a un amplio segmento de la sociedad. Justamente la tesis de la “Secularización” se sostiene en la desacralización y descristianización de los espacios, generando un debate que involucra a la sociología, teología y filosofía de nuestro siglo.

     Pero frente a esta corriente que en Europa se encuentra muy difundida nos encontramos con que en Latinoamérica el tema de la religión persiste y de alguna manera resurge una vuelta a ella mucho más desde que se la ha relacionado estrechamente con el Patrimonio Inmaterial de los pueblos y ciudades. Si la secularización en Europa afecta a los símbolos de la cultura en la mayoría de los países, en Latinoamérica se sostiene en ellos.  Si en Europa se ha producido una suerte de desgaste o decadencia de la religión, en América Latina, existen grandes conglomerados que viven en función de la religión. La religiosidad popular en Latinoamérica es un fenómeno cultural inherente y fundamental para comprender la cultura de los pueblos.

     Como fenómeno antropológico resulta vital e inevitable para comprender la cultura popular latinoamericana. Como elemento de la identidad, el hecho religioso proporciona diferenciación y distinción, pues la religión es una explicación que los seres humanos tienen del mundo y de sí mismos. La religión en Latinoamérica está relacionada con la política, relación que debe comprenderse en el marco de las grandes trasformaciones, que incluyen las decisiones políticas de los ciudadanos al momento de ejercer su derecho al voto. Es un aspecto que persiste y que le da una connotación diferente de los países del primer mundo. En el proceso de inserción al mundo globalizado los países latinoamericanos presentan este elemento que le da cierta complejidad a su realidad contemporánea. Tal es así que países como Cuba han retomado las relaciones con la Iglesia Católica como nunca se hubiera creído allá por los años ’60 del siglo XX.  Igualmente el Papa Francisco considera una visita a ese país latinoamericano.

      Si los países presentan cambios de las cosmovisiones, enfoques y tipo de religiones, son aspectos que vuelven con otras estéticas y que merecen estudios más profundos, por su complejidad y transversalidad, como ya se ha dicho.  En el caso de Europa las nuevas religiones o combinaciones de fe que van apareciendo tienen un tinte mucho más superficial que en Latinoamérica, hay autores que las califican como “banales”, como “diseminadoras” de la memoria religiosa, dando mayor espacio al secularismo.

                                        Grandes fenómenos religiosos latinoamericanos

          La Virgen de Guadalupe en México

     "La virgen de Guadalupe: Muy pocos son los casos –quizá ninguno- en que todo un pueblo, a lo largo y ancho de su territorio, en todos los estamentos sociales, haya hecho una apropiación más completa de un símbolo  como lo ha hecho el pueblo mexicano con la imagen de la virgen de Guadalupe. En cuanto a los modos de expresión de esta devoción, los hay como la poesía, el teatro, la música, la danza, la pintura, la escultura o la arquitectura" (García: 2005).

     La religiosidad y devoción a esta imagen ha trascendido fronteras, se podría decir que es un ícono latinoamericano. Característicos son los homenajes en los que se incluyen elementos contemporáneos electrónicos y digitales. Un ejemplo es la serenata de las mañanitas y las peregrinaciones constantes que realizan desde todos los rincones mexicanos pero también de los otros países latinoamericanos.

Todas son manifestaciones culturales, que llevan una carga simbólica de larga data, fenómeno cultural sin cambios a la vista. Su iconografía, su carácter de símbolo nacional, “plasmada en colores la conciencia de pueblo elegido que tienen los mexicanos, -indios, criollos, mestizos- y sus atributos”

     No se requiere de mayor explicación para indicarnos el propósito de esta suerte de evangelización integradora de “etnias”. Seguramente en México pocos ciudadanos votarán por un presidente o político que se encuentre alejado de esta advocación mariana.

      Nuestra señora de la Concepción Aparecida en Brasil

     Encontrada en un río del pueblo de Aparecida en el estado de Sao Paulo, en el año de 1717, tiene color oscuro y está vestida con un manto grueso bordado. El 16 de julio de 1930, Pío XI, la declaró a Nuestra señora Aparecida como patrona de Brasil el día 4 de julio de 1980, el Papa Juan Pablo II, visitó el santuario y le dio el título de Basílica.

     Ya se ha mencionado que la Presidenta de Brasil, tiene en su despacho una imagen de esta advocación religiosa. Al igual que el presidente de Ecuador, Ruseff se ha manifestado públicamente como católica, apostólica y practicante, lo cual a pesar del avance del protestantismo en ese país, tiene una incidencia política importante. La Virgen de Aparecida es un símbolo religioso que convoca no solo al pueblo Brasileño, si no, también a organizaciones Latinoamericanas de los países miembros del Consejo Episcopal Latinoamericano CELAM, en el que se toman importantes resoluciones de trascendencia regional.

     Otros símbolos religiosos venerados en Latinoamérica, son la virgen de Lujan en Argentina; Nuestra señora de Copacabana en Bolivia; Chiquinquirá en Colombia; del Quinche en Ecuador y un sinnúmero de advocaciones marianas, cuyo número resulta difícil de identificar.

      Se dice que la persistencia de lo religioso en Latinoamérica, el patrimonio inmaterial y construcción de la identidad van de la mano y se presenta por distintos motivos. Los cambios sociales producidos a partir de los años 60 y 70 del siglo XX, con grandes transformaciones en el proceso de la construcción de la identidad individual y colectiva. La economía  centrada en los servicios, da lugar a una fragmentación social, la incursión de la mujer en el campo laboral, el declive de las organizaciones sociales, adquieren una importancia desde el punto de vista simbólico-cultural,  lo cual incide en los modelos de construcción de la identidad individual y colectiva. 

     Para los años ’80 la globalización con los modelos de acumulación afectados por el decaimiento de las relaciones económicas, que privilegian los sistemas neoliberales, garantizados por los Estados-nación, confirman la entrada a un período de individualización social.

     Estos cambios reconfiguraron el mundo popular urbano, cuya identidad colectiva se había estructurado en torno a la dignidad del trabajador, dando como resultado una pauperización de las clases populares y de los otros estamentos sociales, que buscan respuestas y consuelos en las esferas espirituales. Pero en Latinoamérica todo puede suceder. Si la religión por un lado se ha convertido en una suerte de collage de cada cosa que guste a la persona, es la tradición y la costumbre la que define los rituales. Existe una religiosidad a la carta, gente que nunca va a misa pero acude a peregrinaciones de varios kilómetros caminando o de rodillas. Se puede decir que la fe es un elemento más del mercado de gustos, en el que se puede combinar muchas formas de religiosidad, que se mimetizan convenientemente.  Eso sí sin olvidar las fiestas religiosas de los santos y las imágenes en sus hogares.

     Efectos híbridos.

     Es claro que estos procesos de hibridación cultural en la Latinoamérica se intensificaron justamente en el ambiente urbano, como lo manifiesta García Canclini, mientras en Europa lo híbrido tiene un significado, peyorativo amenazante, en Latinoamérica los estudiosos lo consideran un concepto creativo, al contrario de lo revisado en el tema del mestizaje.  Ciertamente es una suerte de contrapunto con los conceptos europeos, al hecho de la colonización de América por España. Justamente por las limitaciones del concepto de mestizaje, surge el concepto de heterogeneidad cultural, referida a la situación de los indígenas, que se propone un nuevo concepto de cultura nacional. O, lo que hoy llamamos como “Pluriculturalidad”. Que afirma las diferencias, basada en una línea alternante, reduciendo las tensiones.

      Conclusión

      La Globalización con los sistemas de comunicación y la tecnología ha traído también a América Latina, formas caracterizadas por el desencanto, la frivolidad, el individualismo. Lo contrario sucede con los migrantes que dejaron sus países en busca de un futuro mejor, ellos se esfuerzan por mantener las grandes festividades religiosas con sus aportes económicos y las tradiciones relacionadas con los cultos a imágenes de santos patronos.  Esta ambigüedad que se presenta en las sociedades latinoamericanas, va prolongando el fenómeno que no toma ninguna de las dos direcciones de manera definitiva, es decir por un lado existe la influencia de los fenómenos globalizantes y por otro un denuedo de la gente a mantenerse en la tradición.

      Dos momentos del año nos permiten visibilizar estas ambivalencias: Navidad y Semana Santa. En los dos casos se aprecian a  los creyentes con sus imágenes, legitimando estos procesos, alternando sin problema con los que no comparten estas formas de representación y se acogen más bien al turismo y tienen para los primeros una visión folclorista. Los fracasos históricos, la muerte de los grandes relatos traídos por la posmodernidad, tampoco permiten una explicación para este fenómeno que sucede en Latinoamérica. Son los pequeños relatos los que nos ayudarán a encontrar una verdadera explicación. Lo cierto es que la religión aún reviste particular importancia, ataviada con sus nuevas estéticas es determinante en gran parte de los países latinoamericanos.  

                                                                    Cuenca, mayo de 2015.

                                                                  Lic. Monika López Avilés

                                                              PATRIMONIO & CULTURA

Citas:  

 1] Baldock, John. Simbolismo cristiano, qué es y cómo desentrañar su lenguaje. Madrid EDAF, 1992. 

En otras palabras existe una correlación directa y obvia entre el signo y lo que significa. En el sentido contemporáneo, constituye una forma conveniente de transmitir información práctica. Se trata de una realidad tangible que expresa otra realidad, igualmente tangible.

 2] http://www.rae.es/obras-academicas/diccionarios/ . Estatuas, efigies, pinturas de una divinidad o de un personaje sagrado. 

3]  “En el Perú fueron extremadamente útiles las investigaciones de Polo de Ondegardo sobre el origen y la vida d los indígenas, costumbres, creencias, instituciones. Sus conocimientos serían la base de una aproximación y de una cristianización auténtica”. Bellver A. Fernando, La creación de un mundo en Hispanoamérica, España, Machado libros, 2014. P.152

4]  Cita en Samper P., Ernesto. El salto global, Bogotá, Taurus, 2004.

5] García M., Beatriz. Región y lugar: arquitectura latinoamericana contemporánea, Colombia CEJA, 2000. Documento en el que analiza entre otros, el pensamiento de Marina Waisman.

 6] http://www.unesco.org/. Que se detalla en el listado de las conferencias.

7] Baldock, John. Simbolismo cristiano, qué es y cómo desentrañar su lenguaje. Madrid EDAF, 1992. Si nos enfocamos en el cristal la vista del paisaje se perderá pero si nos enfocamos en éste, el cristal desaparece, pero no por ello no está allí. La vista del paisaje está “filtrada” por el cristal.

8]  www.uprait.org García, Javier, article, 2005. Acerca de la virgen de Guadalupe existe amplísima bibliografía dentro y fuera de las instituciones religiosas.

Bibliografía  general

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www.gazeta –antropología.es

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