CULTURA Y ARTE COMO ESTRATEGIAS DE RESILIENCIA


PorMónika López Avilés.
Resiliencia no es resistencia, es la capacidad que tienen los seres humanos de volver a recuperarse del golpe, es decir, volver a creer y desarrollar un nuevo estado positivo después del dolor o pérdida, sin dejarse marcar para siempre. No así la resistencia, que es soportar o enfrentar el golpe sin respuesta.
De acuerdo con Boris Cyrulink experto del tema, la resiliencia se comienza a reconocer y a estudiar más profundamente durante el cambio de siglo, pero existe probablemente como realidad desde el origen de la humanidad. Y, según su propia experiencia, asevera que el proceso resiliente tiene varios momentos, que se inician generalmente por tres sucesivos que son: La presencia de la adversidad en la vida de un ser humano, el sufrimiento que produce tal adversidad y el tercero, que es el desarrollo que puede generar ese sufrimiento.
Un proceso resiliente puede surgir desde el momento mismo del dolor, de la desventura que deviene en sanación y posteriormente en restauración. Aquí nos atrevemos a decir que obviamente dependerá de las personas y sus circunstancias y por qué no decirlo, de la cultura de la persona, no como sinónimo de educación, si no de la forma como aprehendió a vivir en este mundo, que de por sí ya es adverso para una gran mayoría.
Michel Manciaux ponía ya de relieve que “la resiliencia se confirma en las trayectorias existenciales de muchísimas personas cuyas historias permiten presenciar la superación de dificultades, destacando la confluencia del mito y de las narraciones mitológicas con la realidad humana. Al preguntarse si la resiliencia es mito o realidad, responde: ¿Acaso no son los mitos, etimológicamente, relatos fabulosos, muy simbólicos, que hablan de la condición humana frente a fuerzas externas y acontecimientos? Construcciones del espíritu ilustradas por la mitología, la Biblia, la fábula, la historia o la novela a partir de la observación de la realidad de la vida. Si la resiliencia es un mito, ¿no es un mito fundacional, utopía quizá, pero utopía de alcances prometedores, movilizadora, capaz de cambiar nuestra forma de ver muchas cosas y muchas personas? Y si es una realidad, siempre será algo por suceder, por concretarse” (Manciaux, 2003).
Y es que el proceso resiliente nace de un caos, que de no haberlo poco podría nutrir la imaginación para encontrar el camino hacia el orden. Si no hubiera oscuridad tampoco podríamos apreciar la luz, de lo feo lo hermoso, de lo malo lo bueno, de lo roto lo restaurado. Y es en esta última expresión en la que queremos enfocarnos en el presente texto, pues nos alude directamente y de primera mano, cuando nos ha tocado recomponer todo, desde la propia vida.
Las historias más fuertes de la existencia de las personas, generalmente son ocultadas y son la causa de profundos fracasos que llegan hasta la vejez. Re definir el dolor, entenderlo no como trauma sino como un instrumento tremendamente poderoso que genera un nuevo ser que emerge de uno mismo, es difícil pero no imposible. Que el dolor sirva de estímulo para recrear es lo que todo ser humano debería aprender, no sin motivo se cuenta con maravillosos ejemplos de países, de gente que se desarrolló y creó una nueva vida o importantes empresas desde la quiebra.
Viktor Frankl, otro estudioso de la resiliencia manifiesta que el asunto está en encontrar sentido a la existencia y que el trabajo puede servirle a muchas personas para encontrar este sentido y obtener una perspectiva más sana ante la pérdida, la adversidad e inclusive ante la posibilidad de la muerte. Se fundamenta en que no es la voluntad de poder, ni la voluntad de placer, sino la voluntad de sentido la que hace al ser humano. El sentido, o mejor dicho ‘el significado’  ya es suficiente para lograr una buena vida.
De la misma manera manifiesta Frankl que “es la voluntad del sentido lo único que realmente produce felicidad al ser humano, que no viene del hedonismo, por tanto, no está sujeta a la voraginosa impermanencia de los deseos autorreferentes”.
Boris Cyrlunik y Victor Frankl comparten la experiencia de haberse salvado de los campos de concentración Nazis y sus vidas son una muestra clara de resiliencia, se han enfocado completamente en estudiar y difundir su experiencia. Ambos hacen énfasis en la infancia y la educación y cómo es tan determinante en la vida futura de las personas. Aquí nos surge la pregunta: ¿Cuánta importancia estamos dando a la niñez de la cual somos responsables y de los otros niños, los que en las peores condiciones habitan las ciudades?. De cualquier manera, el momento que vivimos es trascendental en la historia de la humanidad, si hoy nos preocupamos por la naturaleza y si la infancia del ser humano es fundamental porque ellos serán los seres humanos del futuro, ¿cuál es nuestro aporte? o mejor dicho ¿cuál será nuestro legado para que quienes vienen luego de nosotros, sean buenos seres humanos y más que nada, sean más felices que sus padres?.
Cyrlunik da importancia fundamental al Arte y la Cultura, manifiesta que por medio de una educación artística el ser humano desarrolla muchas destrezas que posteriormente le harán una persona resiliente, sus conferencias en Europa han llegado a los más altos niveles. La experiencia culminante y determinante que brindan el Arte y la Cultura en los seres humanos, ha llamado la atención de gobernantes como en el caso de Francia que asignó veinte y dos millones de euros para la Cultura en estos tiempos del COVID 19. Al igual que Alemania, que ha incluido a la Cultura como los bienes de primera necesidad, por tanto se han asignado ciento veinte millones de euros para su rescate. En América la situación es totalmente contraria, comenzando por los grandes museos de los Estados Unidos y ni se diga de los países latinoamericanos, en los que la Cultura, es vista como algo suntuario, elitista en otros casos confundida con festejo y claro está, asunto de poca importancia para la supervivencia de las sociedades.
Desde el comienzo del confinamiento, vimos cómo el Arte y la Cultura han sido para todos, una estrategia para sobrellevar los momentos más difíciles, por supuesto por medio de la tecnología. No podemos negar que pocos son los que piensan que quienes dedican su vida y profesión a la Cultura y el Arte, trabajan para el alma de las personas. Para la gran mayoría, si los trabajadores de la cultura tienen que sostener familias, no es problema de los públicos. Siendo sinceros, a los trabajadores de la Cultura se les ve hoy como una suerte de personajes alegóricos contemporáneos, que deben arreglárselas como puedan. Lo cierto es que el tema de la supervivencia del Arte y la Cultura en Latinoamérica no es precisamente una prioridad y para quienes defendemos la ética en los procesos, la situación es de lo peor porque con las nuevas formas políticas, va acompañada de persecución.
Desde la experiencia personal la resiliencia nos ha servido de manera vital, claro que nuestra infancia al contrario de los autores que hemos mirado, ha sido buena y feliz y, adicionalmente para corroborar lo dicho por ellos, una cultura de la espiritualidad, la formación en la música y la pintura, ha sido el soporte fundamental en los otros momentos de nuestra vida, estos sí originados por agentes externos, que han intentado menoscabar nuestra vivencia personal.
En nuestro caso particular y sin pretender caer en tácticas denunciantes o similares, la resiliencia nos ha servido para olvidar lo negativo que trae la vida en esos otros distintos momentos. Seguramente en el mundo existen personas que comparten nuestra estrella, esa que sin querer nos ha hecho presenciar los eventos menos éticos, estar en los lugares e instantes menos indicados y que dada la condición de humanidad, nos ha servido para ser presa del asedio y acoso por medio de muchas armas, en especial las de discriminación laboral con falsos incluidos. No obstante, han sido el Arte y la Cultura, las que nos han servido como estrategias para levantarnos y seguir adelante. Lo paradójico de esta experiencia es que la violencia simbólica recibida en su gran mayoría ha sido propiciada desde el propio género y unos pocos personajes amorales, que no han tenido reparo en su nivel de maldad hasta el presente.
Para nosotros han sido el Arte y la Cultura a lo que hemos apelado para casi todo en la vida, para desarrollar nuestra creatividad, para nuestro sostenimiento, para la estabilidad emocional, para vivir momentos felices, pero más que nada para la crianza de los hijos. Ésta ha sido nuestra estrategia de resiliencia y el resultado como el más gratificante y de realización como persona, ha sido que, ellos, nuestros muchachos, sean buenos seres humanos.
Vivir el Arte y la Cultura han sido nuestras formas de resiliencia y no podemos dejar de decir que si todos tuviéramos la posibilidad, o mejor dicho que si los gobiernos y autoridades tuvieran la visión –no política por supuesto-, harían lo imposible para facilitar el acceso Arte y la Cultura a todos los grupos de la sociedad. Pero esto en nuestro país, mientras reine la corrupción y sus intríngulis, solo si la providencia se apiada, si no, será cuestión de un futuro bastante lejano.
Cuenca,abril de 2020 en tiempos del COVID 19.





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